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Amor.....¿Apache?

Amor

 

El amor es la respuesta al problema de la existencia  humana según Eric Fromm, entendiendo como problema de la existencia humana aquella conciencia de sí mismo como entidad separada: breve lapso de vida, nace sin que intervenga su voluntad y muere contra la misma, morirá antes de los que ama o estos antes que él, su soledad y su separitidad (estado de separación), su desvalidez frente a las fuerzas de la naturaleza y de la sociedad; todo esto conforma su insoportable prisión.

 

La molesta prisión que lo oprime es una ironía: es un cuerpo frágil que constantemente quiere dominar por imposición social y es esa misma fragilidad la que lo hace objeto de los más insoportables y angustiantes sufrimientos. Por ello, su incansable búsqueda por liberarse de su prisión, de su cuerpo; y para ello, se le vuelve imperativo encontrar por lo menos una forma con la cual pueda escapar de su sufrir para empezar a unirse de cualquier forma y a cualquier precio con los demás.

 

Si fracasa en tal empresa solo le queda la locura, es decir, llegar a tal punto de retraimiento social que le permita desaparecer su sentimiento de soledad y separación del mundo.

 

El arte de amar

 

Sentirse amado es una necesidad humana, amar es un aprendizaje humano. Las peripecias por las que pasamos para sentirnos amados radican en la concepción de que solo  somos objetos de amor, revoloteando en el problema de ser amado olvidando nuestra propia capacidad de amar.

 

Amar o ser amado

 

Creemos que amar es sencillo y que donde radica el meollo de este invento loco del amor, es en encontrar un objeto al cual amar y el cual nos ame. Entonces, si el problema es encontrar un objeto o ser un objeto digno de amor ¿Por qué no ofertarnos al primer postor? ¿Qué la necesidad de ser amados es tan imperativa que con cualquier objeto habríamos de conformarnos?

 

En realidad no. Vivimos en una sociedad –la occidental- que ha evolucionado a pasos agigantados en todo menos en formarnos para amar: no nos sorprenda entonces que no seamos capaces de amar. Sin conocimientos adecuados sobre cómo amar, es lógico pensar en la implementación de un mecanismo social que nos brinde las herramientas más básicas para salir a la batalla: extrapolación/generalización.

 

Nuestra condición humana, aquella donde la curiosidad también es un elemento innato de nuestra constitución, nos lleva a explorar y aprender de nuevas situaciones, pero la vasta cantidad de situaciones con las que no somos capaces de lidiar sin conocimiento previo de las mismas, nos genera tal estado de angustia que es necesario hacer un monumental despliegue de estrategias que aminoren nuestra incertidumbre de “n” cantidad de eventos. La razón y la civilización nos ha llevado por caminos de ciencias y discursos ansiolíticos que, de encontrarles una extraordinaria funcionalidad, hemos de extrapolar y generalizar tal conocimiento hacia demás situaciones ansiógenas, tengan o no tengan que ver con lo que en primer lugar tratamos de comprender.

 

Un ejemplo de ello es el mercantilismo, la economía, las leyes de la oferta y la demanda. He aquí la respuesta a por qué no nos conformamos con cualquier fuente de amor, contradiciendo así nuestra necesidad imperativa de amor.

 

Relegados del amor genital entre objetos familiares, nuestra visión de búsqueda del amor queda abiertamente limitada hacia los otros –mientras no sean miembros de nuestra familia. Si las leyes de la oferta y la demanda son casi infalibles ¿Por qué no posicionarnos como objetos ofertados dignos de ser amados? “Cúmplase con tales o cuales condiciones y usted tendrá garantizado su amor verdadero” Solo hace falta empaparse de ciertas características que nos hagan un buen objeto ofertado para que la demanda nos acoja en su infinito amor.

 

El amor de Freud

 

Por otro lado, Freud concibe al amor con uno de los fundamentos de la cultura. Desafortunadamente para nuestra libido, no ha de ser cualquier tipo de amor el que puede aspirar a semejante categoría, ya que el amor que más nos llena de placer y eventualmente ha de convertirse en el centro de nuestra existencia es el genital, aquel que encuentra su grandiosidad a través de la expresión sexual, el mismo que nos hace sentirnos amados ya que se vuelve nuestro prototipo de felicidad, aun cuando el precio a pagar sea el de la dependencia a ese objeto y constituye así, la insufrible posibilidad de perderlo.

 

La solución ante los sufrimientos de  tal amor no siempre es clara y representa cierto grado de experiencia y enajenación cultural: dirigir el amor genital en igual medida a todos los seres en vez de volcarlos sobre objetos determinados. En otras palabras, es el amor universal por la humanidad –no genital, impulso coartado en su fin-  la actitud más excelsa al que puede elevarse el ser humano.

 

Expresiones de amor

 

A parecer de Fromm, paciencia es un concepto que no practicamos porque la sociedad occidental nos alienta justamente a practicar lo contrario: la rapidez. No existen recetas ni formularios para amar y ser amado con éxito en un estado permanente. Teorías de las relaciones humanas pueden proporcionarnos parámetros para aprender y practicar buenas relaciones interpersonales y con ello, aproximarnos cada vez más al establecimiento de relaciones amorosas sanas y relativamente permanentes.

 

  • Amor Genital y Fin Inhibido

 

Una vez introyectado el tabú del incesto y las limitantes impuestas por la cultura para la expresión del amor sexual, nos acercamos cada vez más al fin inhibido del amor genital, es decir, aquel imperioso impulso de amar y ser amado sustrayendo el elemento sexual cuando de establecer una relación amorosa se trate.

 

De aquí nacen las amistades, para con las cuales la cultura es sumamente benevolente y mucho menos limitante: este tipo de amor no lleva implícitas restricciones de cantidad de relaciones ni de sexo-género de la persona con quien se establezcan. Pareciera pues, que la amistad representa la premiación cultural por nuestros incesables esfuerzos por sentirnos amados bajo los parámetros que la cultura nos impone.

 

Patología del amor

 

  • Sadismo

 

Sensación de placer sexual hasta llegar al orgasmo ocasionada por las humillaciones, azotes y crueldades de todo tipo inferidas a otra persona, a sí mismo o a un animal, así como el intento orientado a provocar tales placeres mediante las correspondientes actividades.

 

El cuadro sádico se compone de odio, amargura y resentimiento, conformando así una enfermedad psíquica que se origina en la infancia-adolescencia, derivada de actitudes pedagógicas erróneas (maltrato físico y psicológico) por parte de padres y maestros.

 

A consecuencia de esto, se gestan sentimientos hostiles con los que se reacciona a la opresión, a la violencia, al desamor sufrido y a la angustia vital de falta de protección. En este sentido, la hostilidad es una actitud secundaria: no resulta de la naturaleza humana, sino que es una formación reactiva a un peligro interior o exterior.

 

En los niños, la hostilidad es un síntoma de su angustia no dominada ante la vida y la crueldad es una compensación asocial de los sentimientos de inferioridad y debilidad. El niño humillado aprende a descargar sobre otras víctimas más desamparadas que él sus remordimientos.

 

Respecto a la sexualidad del sádico, el principio técnico sirve para imponer dominio a la pareja a través de aparatos. La regla técnica es la victoria y el dominio sobre la naturaleza. El sádico no quiere estar en el mismo plano que su compañero sexual, quiere disfrutar los encantos del dominio, no los de la entrega ya que siente una indecible angustia ante el “ser-dos-en-uno”, por tanto, el sadismo es la expresión de la soledad interior y también  del deseo de ella. Esto significa que es un “Padecimiento de la humana capacidad de amar” ya que el sádico no es capaz de amar, ni a sí mismo ni a otro.

 

  • Sadismo en la cultura:

 

En la destrucción de los otros, tanto como en la autodestrucción, el sádico se transporta a las fantásticas alturas de una pretendida súper-humanidad, que lógicamente acaba en el delirio y el crimen. Algunos ejemplos de esto son:

 

  • El Fanatismo Religioso

  • El Nacionalismo

  • El Orgullo Racial

  • La Lucha de Clases Sociales

  • La Sociedad Patriarcal: Hombres vs Mujeres

 

La idealización de los objetos: síntomas de la cultura

 

En conclusión, la cultura nos induce a la idealización de los objetos de amor, magnificando en ellos su capacidad para reconocernos como dignatarios y merecedores de su infinito y altamente deseado amor.

 

En casi ningún momento nos ofrece las significaciones necesarias que nos permitan identificarnos a nosotros mismos como objetos de amor capaces de amar, que no están condicionados a la espera de la elección de otro, contentándonos con ofertarnos en los aparadores de la cultura para por fin ser escogidos cual producto de catálogo.

 

Nuestro rol activo cuando de búsqueda de amor se trata, es el reflejo de nuestra pasividad e incapacidad para descubrir nuestra propia capacidad de amar.

 

La propia cultura nos impide explorar nuestra capacidad de amar y dejar atrás la eterna espera de encontrar o ser encontrados por el amor ideal, dejándonos como alternativa el amor universal por la humanidad, aquel que carece de expresión sexual.

 

La valoración y significación que se le da a cualquier relación amorosa que excluya las relaciones genitales continúa constituyendo el prototipo de amor que se debe alcanzar si merecedor de reconocimiento social se quiere ser.

 

La pulsión sexual del ser humano continua estigmatizada en la medida en la que la cultura eleva la vara para medir la grandiosidad del hombre, aun cuando con la evolución de la misma ha permitido y hasta procurado los espacios para la expresión sexual que no sea objeto de censura social.

 

De una u otra forma, el amor y la sexualidad continúan en un estado de dicotomía que a veces pareciera inmutable. Quizá sea una perspectiva pesimista, pero realmente no nos hemos esforzado lo suficiente por romper con las ambivalencias y las dicotomías: ¿Quién podría culparnos cuando nuestro envoltorio corpóreo es el primer elemento que tenemos para caer en cuenta de la fragilidad y soledad de nuestra existencia?

 

Quizá nuestra meta en la vida no es eliminar la infelicidad, sino mantenerla al mínimo.

 

 

Psic. Hazel Quinto

 

 

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