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En la Disneylandia del Amor III:
La impotencia sexual

Sobre las contribuciones de Sigmund Freud a la psicología del amor

Abraham Hernández Gaytán

Psicólogo

psico.ahg@gmail.com

La revisión de las contribuciones de Sigmund Freud a la psicología del amor, a casi un siglo de su creación, nos lleva necesariamente a cuestionarnos su contenido y revalorar su vigencia. Cierto es que muchos eventos trascendentales para la historia han ocurrido desde entonces, siendo uno de ellos la aparición y consolidación del feminismo, aunado a la expansión de la perspectiva de género, fenómenos que nos han sensibilizado respecto a la posición que se ha adoptado con respecto a las mujeres en la cultura.


Es por lo anterior, que Freud puede ser malentendido, y en ocasiones atacado, por sus postulados que dan cuenta de su acercamiento a la feminidad. Cierto es también, que lo femenino es un tema que sigue ocupando al psicoanálisis de orientación lacaniana hoy en día. Sin embargo, en su origen, el planteamiento freudiano es claro en un aspecto: La mujer, toda ella, es un tabú.

 

En nuestro artículo anterior, abordamos las implicaciones que tiene la virginidad para hombres y mujeres con respecto a lo peligroso que se considera "la primera vez". Señalamos que: Un hombre, aunque haya tenido la posibilidad de estar rodeado de cuerpos de mujeres durante su desarrollo, o bien que nunca lo haya estado, no está exento de considerar que una mujer, toda ella, es un misterio para él. De esta forma, la mujer se constituye como un tabú porque implica peligro y en intentos de evitación se erige un horror básico a ella.

 

Freud va más allá y enuncia “El varón teme ser debilitado por la mujer, contagiarse de su feminidad y mostrarse luego incompetente. Acaso el efecto adormecedor del coito, resolutorio de tensiones, sea arquetípico respecto de tales temores, y la percepción de la influencia que la mujer consigue sobre el hombre mediante el comercio sexual, la elevada consideración que así obtiene, quizás explique la difusión de esa angustia. Nada de esto ha caducado, sino que perdura entre nosotros”.


De lo anterior, pudimos señalar que la virginidad se presenta como una situación angustiante que está enmarcada en altas expectativas para hombres y mujeres. Especialmente, en ellas se inserta culturalmente la creencia de que el amor es el medio necesario a través del cual se puede gozar del cuerpo del otro, por tanto, en la sexualidad de las mujeres se encuentra la prohibición como un aspecto fundante de las formas de satisfacción.


Pero ¿Realmente hay satisfacción erótica, y más importante, ocurre siempre? Desde la visión de Freud no hay una respuesta concreta, sino dos variables. Plantea que en ciertos casos posterior a la primera relación sexual, puede existir una satisfacción amplia y puesto que se ha disfrutado, las mujeres puedan sentirse agradecidas con su compañero sexual y el embeleso haga que la servidumbre femenina, es decir, esa dependencia erótica, ese vínculo creado con ese compañero sexual, se lleve a cabo.

 

Por supuesto que para lo anterior se requieren condiciones que faciliten transitar la angustia que genera la primera relación sexual.  En "Más allá del principio de placer", la angustia se refiere al estado de expectativa frente al peligro y la preparación para él, aunque se trate de un peligro desconocido. La angustia salva y previene del terror, puesto que el terror es el estado en el que se cae cuando se corre un peligro sin estar preparado para él, donde destaca el factor de la sorpresa.

 

Por tanto, el planteamiento freudiano de la primera relación sexual no incluye aquellas situaciones de violación o asalto sexual, donde se goza del cuerpo del otro de forma sorpresiva y en el cual, la satisfacción reside en la degradación.


Considerar que las mujeres siempre terminan satisfechas con el coito, es caer en una mentira. En la mayoría de las veces (la segunda de las variables) la primera relación sexual termina en un desengaño por la mítica fantasía que se había construido alrededor de este evento, fantasía que se adereza por la idea de amor construida culturalmente. Muchas mujeres en la actualidad aún pueden dar cuenta que un tema concurrido en la adolescencia sigue siendo cómo imaginan ese encuentro erótico… y lo cierto es que en muchas ocasiones la realidad no supera la imaginación. Ocurre la insatisfacción, y es que para un hombre no basta con poseer un pene, sino que también sobre él recae la responsabilidad de saber cómo usarlo.

 

Hablamos entonces de ocasiones donde el semblante, ese “hacer de hombre” falla. Al respecto, Fernando Martín Aduriz señala que “…Antes que por el ser, preocupado por el tener, (el hombre) repleto de miedo a perder, cuida de que su mujer siga siendo parte de sus posesiones, de su particular patrimonio, pero sobre todo tiene que disimular ese semblante de propietario. Y le cuesta encontrar el artificio adecuado, el relato correcto a transmitir a sus propios hijos, a su vez más pendientes del goce que del amor, y sin paciencia para el deseo…”.

 

A su vez, Sergio del Pino señala que “Para el psicoanálisis la sexualidad no marcha para los seres humanos, esta es traumática. Así, con la entrada del sujeto en el lenguaje, hay el sometimiento a una ley simbólica; pero no existe la posibilidad que todo se reduzca al campo de lo simbólico, no todo es regulado por dicha ley, es decir siempre queda un resto, algo que se escapa a esta ley. Ante este resto, el sujeto se encontrará sin respuestas: encontrarse sin respuestas ante este Real es la definición más sencilla que podemos brindar del trauma. Esta es la dimensión procesual del mismo, su carácter constitutivo en todos los seres humanos.

 

El trauma es aquello que en algún momento de la vida puede repetirse y se traduce en una confrontación del sujeto con dicho Real, ante el cual queda sin respuestas, produciéndose el afecto que llamamos angustia. En este sentido estamos haciendo referencia al trauma como acontecimiento. Es lo que ocurre cuando falla el semblante hombre-directivo, por esa razón podemos hablar de una clara situación de trauma ante la caída de dicho semblante”.


El desengaño de las mujeres viene con la confrontación de no poder ser satisfecha, en los hombres, de no ser aquel que satisface en todas las ocasiones.

 

El satisfacer durante el coito no está determinado únicamente en la pericia en los malabares en la cama, ni en saber todas las posiciones del Kamasutra, también se juega el dolor surgido de la ruptura del himen, pero que no se queda solamente en ese nivel, sino que trasciende como la afrenta narcisista proveniente de la destrucción de un órgano, que puede ser significada como un menor valor sexual a partir de ese momento para las mujeres.

 

La capacidad de sentir satisfacción sexual también está vinculada con el peso que tenga la prohibición cultural para cada mujer. En este punto, Freud insiste en que la prohibición puede ser tan fuerte que incluso hay mujeres que únicamente pueden disfrutar mientras el encuentro erótico sea prohibido. Así, las relaciones abiertas y legales, pueden conducir siempre a la insatisfacción, y retornar siempre a relaciones que deban mantenerse ocultas para la sociedad, ocultas en el "qué dirán", pero que en ese "qué dirán" se encuentra el juego placentero, allí está lo divertido... aunque parezca paradójico.

 

A su vez, la satisfacción en el coito también se determina por la fijación al objeto primordial: la madre o el padre. Este es un aspecto que abordamos en nuestro primer análisis; la relación con el padre y la madre surgida en el complejo de Edipo, fundamenta la relación amorosa que ha de seguirse en la vida adulta, ya que este vínculo es vivido por el infante, con la idea de que es un objeto que puede satisfacerlo del todo, pero que al instaurarse la Ley del Padre, esta relación mítica se rompe, ocurre la castración.

 

Por tanto, el marido, el amante, el compañero sexual en turno, siempre será un sustituto de ese objeto original, por tanto, siempre habrá una falta en esa satisfacción. Debido a lo anterior, mientras más se encuentre fijada una mujer o un hombre a su madre o padre, es posible vaticinar que menor satisfacción en el coito encontrará... Tendría el efecto de tener relaciones sexuales con su propio padre o madre, sin embargo, no podemos negar que hay personas que adoptan esta vía, el camino de buscar parejas que se parezcan en la mayor medida posible, a su madre o padre.

 

El ser penetrado es un acto que culturalmente remite a la feminización del sujeto (Por supuesto que este punto es ampliamente debatible en la actualidad, sobre todo con el auge de las teorías sobre la homosexualidad y los movimientos sociales que defienden esta causa, sin embargo, Freud no atañe este aspecto, pues resultan incompatibles al contexto histórico en el cual él escribe).

 

La feminización del sujeto hace que las mujeres se confronten con el hecho de serlo, lo cual para algunas genera una hostilidad hacia el compañero sexual, esto aunado a la prohibición, la caída de la fantasía amorosa y sexual, el dolor físico, y la final insatisfacción que puede repetirse una y otra vez, pueden ser la fórmula que explica la frigidez femenina. Mientras que en los hombres, la impotencia sexual destaca por la angustia ante el objeto. La impotencia se vuelve entonces un signo de la neurosis.


Finalmente, Freud señala que la hostilidad puede devenir en deseo de venganza ante aquél que no satisface. Así, en vez de ir por un segundo sustituto (como recomienda Freud: nunca quedarte con el primero, sino ir por una segunda vez que permitirá relajar las tensiones anteriores), muchas mujeres pueden quedarse ancladas a su pareja a pesar de la insatisfacción, puesto que aún no culminan su venganza por ello.
Este final nos hace dudar de qué tan consciente puede ser el deseo de venganza para algunas mujeres y si esto en verdad mantiene el núcleo de las relaciones insatisfactorias en la actualidad, pero lo cierto, es que las contribuciones a la psicología del amor persisten hasta nuestros días, y que sus giros y huecos aún son un asunto para ocuparnos de ellos en el siglo XXI.

 

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