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De la relación virtual, a la no relación sexual.

La semana pasada circuló en las redes sociales un video que muestra a una madre golpeando a su hija, luego de que se enterara que ésta subió a Facebook fotografías donde apareciera “supuestamente desnuda”. Sin dejar de lado el nivel de violencia que ejerce la madre durante todo el video, con la justificación de corregir a su hija por “andar enseñando de más”, este video es un claro ejemplo de una realidad que hoy por hoy se hace más evidente en nuestro día a día.

 

Lacan durante su enseñanza sentencia que “no hay relación sexual”, sin embargo, con ello no se refiere a que no exista una práctica sexual como el coito, sino que habla del goce, es decir, esa relación de malestar por parte del ser hablante con su cuerpo.

 

Decir que no hay relación sexual es decir que no hay un acceso al otro sexo, por medio del saber, existe un agujero que impide el acceso al otro del sexo opuesto.Sin embargo en la era hipermoderna, el binomio ciencia-capitalismo, sostiene un discurso que apunta a la existencia de la relación sexual. Es común que hoy en día encontremos alternativas terapéuticas y bibliografía que sostengan que es posible un saber que nos permita acceder al otro de la sexualidad, que nos oriente en las interrogantes de qué es aquello que el otro sexo sabe, desea, necesita o demanda, es decir, qué me quiere el otro, diría Lacan.

 

Si la relación con el cuerpo falla, existen pues diferentes formas de gozar, es decir, diferentes formas de poner en juego al cuerpo para insistir en la existencia de la relación sexual, para acceder al otro por la vía del saber. Bajo esta línea, la relación con el otro ha trascendido al cuerpo sin dejar de utilizarlo, la virtualidad es elevada a una nueva forma de goce, en donde se puede llegar a pensar que el cuerpo y el malestar que pueda devenir de esa relación con el ser hablante queda al margen, pero el pensamiento es ya, un yerro sobre la sexualidad, la ilusión de que las relaciones virtuales garantizan el acceso al otro sexo sin la molestia del cuerpo, pero valiéndose de éste, como medio de goce que captura la mirada del otro detrás de la pantalla y que puede dar un like como forma de reconocimiento.

 

El fenómeno va más allá de una foto con o sin ropa en las redes sociales –independientemente de la edad – la insistencia en que la relación sexual es posible, en las aplicaciones de mensajería, las sefies, aplicaciones de encuentros o que miden la compatibilidad con el otro, todos éstos, medios en los que el cuerpo sigue estando en juego como maquina de goce, un juego en que la relación virtual intenta garantizar ese acceso al otro sexo, pero que falla en ese intento, dejando al descubierto que no hay relación sexual posible.

 

Ignacio Cruz.

Psicoanalista

Grupo de atención psicoterapéutica GAP.

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