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    La apuesta de la orientación Lacaniana.

Ignacio Cruz.

Cuando un sujeto se ha convencido de lo que podríamos denominar como una necesidad de consultar a un terapeuta, creo que el primer dilema al que se enfrenta es con quién y dónde acudir. En la actualidad la frase “porque no vas al psicólogo” o la práctica de las referencias a instituciones de salud mental por parte de escuelas y  hospitales es muy común, sin embargo, la demanda de parte de un otro para acudir a un tratamiento psicoterapéutico es sin dunda algo que puede angustiar al sujeto, sobre todo ante la gama de opciones que se ofrecen hoy por hoy, y de las que el sujeto tiene una idea más o menos vaga o que en ocasiones desconoce por completo. Terapia cognitivo conductual, terapia sistémica, terapia gestal, o terapias alternativas como la alineación de chakras, flores de Bach, terapia con ángeles, hipnosis, son algunas de las propuestas a las que el sujeto se enfrenta cuando tiene una demanda de tratamiento.

 

Si bien en muchas ocasiones los mismos sujetos emprenden una investigación al respecto de la eficacia de cada una de estas ofertas, resultando en muchas ocasiones un verdadero dilema elegir lo que muchos pueden llamar “la mejor opción.

 

Como parte de esta gama de opciones se encuentra el psicoanálisis como una alternativa para la cura, sin embargo hoy por hoy, existen diferentes vertientes del descubrimiento freudiano, que van desde los análisis ortodoxos, las relaciones objétales, el análisis transpersonal. En medio de todas estas ofertas el psicoanálisis de orientación lacaniana aparece como una opción más.

 

Es por ello que en esta edición del miércoles de malestar me gustaría exponer algunos puntos de manera más o menos sencilla al respecto de la apuesta para la “cura” del psicoanálisis de orientación lacaniana, lo cual representa un esfuerzo complejo, pues desde ya creo conveniente señalar que la mejor forma de capturar sus efecto y sus resultados es y será siempre la propia experiencia analítica; sin embargo creo pertinente hacer esta puntualización con el objetivo de desimaginarizar un poco aquellas creencias que se le han atribuido tanto al descubrimiento freudiano como a la enseñanza de Lacan, pues en muchas ocasiones se ha tildado al psicoanálisis como un método arcaico, de dudosa procedencia científica y con poca efectividad.

 

De entrada puedo señalar que el psicoanálisis de orientación lacaniana, si bien está fundando en la enseñanza de Lacan, su orientación es hacia lo real, termino introducido por éste, para referirse a lo que podríamos denominar como lo más singular de cada uno de los sujetos, aquello que no puede ser capturado por el lenguaje y que sin embargo tiene efectos, de ahí que Lacan lo definiera como aquello que no cesa de escribirse, en su manifestación de repetición, es decir, aquello que se le presenta una y otra vez al sujeto con diferentes formas; pero al mismo tiempo como aquello imposible de capturar en lo simbólico, es decir, en el lenguaje y la relación que el sujeto establece con el Otro, o en lo imaginario, el cuerpo, de ahí que lo real sea también definido como lo que no cesa de no escribirse, definición que introduce el sinsentido, una forma quizá más clara de definir lo real, es decir a lo que el sujeto no es capaz de encontrarle una explicación.

 

Ya desde Freud, el psicoanálisis sostiene la presencia de un malestar en los individuos, malestar que forma parte de su propia constitución como sujetos, pero del cual intentan hacer algo por medio de sus síntomas, para crear así formas de satisfacción y de goce, teniendo como resultado que cuando dichas formas fracasan, el sujeto se pregunta dónde está la falla, teniendo como resultado un momento fecundo para el establecimiento de una demanda de tratamiento, pero una demanda que apunta al sentido, es decir que el terapeuta le diga donde radica dicha falla y que hacer para cubrirla. Para ello las diferentes ofertas terapéuticas se valen de diferentes explicaciones como errores en el pensamiento, malos hábitos, conductas inapropiadas que hay que corregir, hasta la administración de sustancias alternativas para sobrellevar el malestar, valiéndose de la atribución de saber que el sujeto deposita en ellos para lograr algún tipo de resultado que en muchas ocasiones pierde su efecto con el paso del tiempo, quedando de manifiesto el malestar constituyente del sujeto.

 

De ahí que el psicoanálisis de orientación lacaniana apunte hacia lo real, es decir, alejándose de cualquier efecto de normalización de la conducta, el psicoanálisis más que apuntar a satisfacer la demanda de sentido del sujeto, busca introducir el sinsentido, orientado por lo real en juego en cada sujeto, de ahí que ningún psicoanálisis sea parecido a otro, pues no se trata de una simple aplicación de técnicas o modificación de conductas, en tanto que el objetivo del psicoanálisis de orientación lacaniana es que el sujeto obtenga un saber sobre sus formas de satisfacción y de goce para que a partir de ello pueda, si así lo decide, hacer algo con ellas, partiendo de la idea de que el síntomas no es algo que deba desaparecerse ni eliminarse, sino por el contrario, buscar una nueva forma de relacionarse con él, una forma que apunte hacía del deseo y hacia una apuesta amorosa, es decir que el sujeto sea capaz de vivir con su falta, es decir, con su malestar constituyente.

 

De ahí que el psicoanálisis de orientación lacaniana, sea una cura desde el ingenio, desde lo sorprendente, en la que del encuentro del sujeto y del analista se construya poco a poco ese saber del que el analizante (el sujeto) pueda hacerse responsable, siendo este un encuentro singular, en tanto que en cada sujeto existe un real diferente a otro, de ahí que el psicoanálisis más que ser un método, es una experiencia singular para cada analizante, diferencia radical con las ofertas terapéuticas que mencionamos.

 

Hasta la próxima.

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