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NO HAGAS COSAS BUENAS QUE PAREZCAN MALAS

Ya lo decía el sociólogo francés Pierre Bourdieu, que la violencia simbólica es aquella que golpea la subjetividad de forma trascendental, modifica el imaginario social y pocos caemos en cuenta de sus estragos en el psiquismo.

 

Hace tres días ya que está circulando en redes sociales la agresiva campaña de: Usa la razón que lleva como lema “Usa la razón, que la música no degrade tu condición”; publicada por un grupo de estudiantes de diseño visual y de la fotógrafa profesional Lineyl Ibáñez de Bogotá, Colombia. El objetivo es manifestar su postura en contra del género musical Reggaetón y sus contenidos violentos y lascivos que denigran a la mujer.

 

El llamado no es nuevo, ya que han quedado sentadas las bases para la prohibición de dicho género musical en Cuba. El antecedente remite al 2011, en el que el abogado Joaquín Torres interpuso una acción popular ante el Tribunal Administrativo del Departamento de Bolívar, Colombia, para obligar al gobierno nacional a prohibir el reggaetón, bajo el argumento de que promueve el consumo de estupefacientes entre los jóvenes colombianos.

 

La polémica campaña de la fotógrafa, centrada en el repudio total a los contenidos de esta música que instauran en el imaginario colectivo la violencia de género; no dista de la demanda del abogado, que hace un fuerte llamado a la congruencia en el discurso político y social del gobierno Colombiano que se jacta de un sin número de medidas políticas, de salud y seguridad nacional para combatir el consumo de drogas entre su población. Y es precisamente la congruencia la que no alcanzó a ver a la campaña de Usa la razón.

 

El concepto de la campaña parece arrasador y con un gran número de seguidores en redes sociales que piden a gritos la censura del reggaetón desde hace no poco tiempo. Las imágenes de la campaña intentan plasmar de forma literal y concreta el significado de estrofas como “A ella le gusta que le den duro y se la coman” o “Pa’ que se lo gozen… Pa’ que se lo rozen”, con la intención de revelar el verdadero contenido simbólico y subliminal de que las mujeres son objetos sexuales, con miras a asumir una posición pasiva, receptácula de la agresión del varón reggaetonero, como requisito inherente para el establecimiento de relaciones amorosas que habrán de gestarse con un buen ‘perreo’.

 

La premisa obedece al hecho tangible de que, en efecto, los contenidos en las letras del reggaetón denigran a las mujeres; y esto por sí mismo es violento, ¿pero las imágenes presentadas en la campaña no lo son también? Me cuestiono seriamente si una jovencita viviendo la vorágine de la adolescencia, cuenta con la capacidad de discernir que las imágenes que van en contra de su género musical preferido, son un elemento más de reproducción de inequidad de género.

 

Lo cierto es que violencia, genera más violencia. En ninguno de los conjuntos de pixeles que hacen llamar campaña contra el reggaetón, percibo intentos por de-construir la figura masculina asociada con el reggaetón. Denota una imagen ya vieja, reproducida y consolidada: un hombre de mayor tamaño haciendo uso de instrumentos –o su propio miembro- para violentar y sujetar a una mujer con expresión inconforme y de miedo ante la laceración de su cuerpo, observándose pequeña e indefensa ante tal agresión.

 

Me parece que tenemos frente a nosotros un intento fallido por hacer voltear la vista y preocupación por un género musical, que obedece a un conjunto de procesos sociales de suma complejidad; y precisamente dicha complejidad impide una visión clara de que cómo las imágenes publicitarias aquí presentadas representan un elemento más de reproducción de estereotipos de ambos géneros, que más allá de invitar al análisis y arduo cuestionamiento, seducen e invitan a la asunción de posturas –igualmente extremistas- como el hembrismo, o el tan de moda y afamado empoderamiento de las mujeres.

 

Trampas más, trampas menos del género. Con simbólicas trampas me he de quedar.

 

Psic. Hazel Quinto

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