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Una voz que triunfa en una imagen que angustia.

Me fue interesante el hecho de que Conchita Wurst ganó el pasado 10 de mayo 2014 el concurso de eurovisión, ya que no sólo se trata de su triunfo, sino que también ha desatado una polémica alrededor del mundo para aquellas personas cercanas a las redes sociales y las noticias internacionales. Su participación asombró y como en todo concurso de este tipo hay quienes están conformes y quienes no, sin embargo la travesía de Conchita en este momento y desde que inicio el certamen no tiene que ver enteramente con su voz, lo que además hizo que todos los reflectores voltearan a verla fue su aspecto, la manifestación física que ha dado a este personaje. Es ahí donde comienza la angustia.

 

Esta imagen de “una mujer barbuda” desata grandes cuestionamientos ante la forma convencional en que se reproduce y define la dicotomía del género en el mundo occidental (masculino/femenino) socialmente aceptado. Lleva a mucha gente a la angustia cuando se encuentra con personas que no pueden diferenciar claramente con base en estas construcciones de sexo/género aceptadas ¿es hombre o mujer? ¿Cómo se define esta persona? ¿Qué quiere demostrar? Además ¿Qué orientación sexual tiene?

 

Es común y hasta automático que cuando nos relacionamos con alguien, lo primero que hacemos es clasificarlo de acuerdo a estos mandatos y, basados en esa diferencia dada, determinemos la forma en que debe ser tratado, y con ello creer que podemos hasta predecir la forma en que se conduce por la vida; diferenciando el cuerpo, su orientación sexual y las actitudes que como sociedad marcamos congruentes destinadas a ese cuerpo. ¿Qué pasa entonces cuando conocemos a alguien que escapa de este constructo social? Forzosamente se pone en juego nuestro criterio ante las distintas formas de mirar las diversidades sexuales en el mundo. Se nos exige y exigimos encajar en una formula bien combinada para la aceptación en comunidad.

 

Conchita lleva a decir suyo un mensaje de tolerancia y su victoria para toda la gente que cree en un mundo sin discriminación. Conchita aparece y gana su lugar en la historia de un mundo que está contrariado por la modificación que se está haciendo a la manera en que se producen y reproducen las manifestaciones de género en las personas, en un mundo donde se pueden cruzar los continentes encontrando diferencias abismales para tolerar e intolerar, de discriminar y hasta matar a quien asume no ir en congruencia con el convenio social.

 

Y si el problema en el caso de Conchita es la barba, ella menciona: “solo es una barba, no afecta a nadie” y tiene razón, la barba en sí misma es inofensiva, el problema para otros recae en la configuración, ya que tal como si fuésemos barbies o muñecos de acción cada elemento asignado a cada género está configurado como en un kit completo que determina lo que debemos o no llevar encima, y si se manifesta lo contrario se toma el riesgo de la pérdida de identidad.

 

Y es que como menciona Marcela Lagarde: cada cultura y en ella cada grupo dominante consensualizan sus estereotipos de hombre y de mujer como si sólo hubiera esas formas de ser hombres y mujeres, como si siempre hubiera sido así y como si siempre fuera a ser así. Con esto aún más; nuestra cultura sólo mira un género para toda la vida, se vive de cierta forma de acuerdo al género y también se muere diferencialmente. Esta sentencia nos lleva a ocultar aquello distinto, aquello que no se sabe explicar.

Porque para nuestra cultura el exigir tener una u otra definición genérica implica para los seres humanos ocupar un lugar en el mundo, tener un destino más o menos previsible, ubica, es una forma de integración en la jerarquía social.

 

Buen ejemplo del peso que tiene el párrafo anterior y con pretensión de restar identidad a Conchita Wurst lo dio Vladimir Zhirinovsky, un político nacionalista ruso.  “Es el fin de Europa. Esto es ya salvaje. Ellos ya no tienen hombres o mujeres, tienen cosas" las acciones ante esto: quieren hacer su propio concurso, deslindarse de eurovision, dar la espalda al cambio que sucede en el mundo y conservar sus “buenos valores”. Esto no solo se trata de países completos en acuerdo, acciones de discriminación como estas suceden en todas partes, con muchas personas ajenas a lo que hizo Conchita Wusrt, tal como aquel padre que va por el parque con sus hijos y al ver una persona travesti o dos personas homosexuales de la mano decide tomar el camino largo con tal de que ellos no se den cuenta y con ello no tener que dar una explicación a “algo que no es natural”.

 

La configuración genérica actual no tiene que ver con lo natural, está construida culturalmente, sin embargo día a día producimos y reproducimos las formulas en las que esperamos se amolden las personas, como si fuese inmutable y verdadero. Por tanto, configuración construida, puede ser modificada, reconocida y aceptada.

 

Psic. Verónica Ramírez.

 

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