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"Bella, libre, natural: CoverGirl"
La belleza en los tiempos actuales

Abraham Hernández Gaytán
Psicólogo

 

 

“(CNNMéxico) — Toma un smartphone, pon tu mejor mueca y celebra. Selfie es la palabra del año 2013 en idioma inglés, según los Diccionarios Oxford.

Y cuando compartas esa fotografía con filtro en Facebook, Twitter o Instagram, te unirás a millones de otros en todo el mundo que perpetúan una tradición iniciada hace más de una década, indica Oxford”.

 

 

La Invitación es clara, todos podemos formar parte de una comunidad invisible que únicamente da cuenta de su existencia a través de la imagen virtual ¿Cuál es el sentido de existencia que nos da las autofotos?

 

- “Foto, foto” – Las personas se forman, amplían la sonrisa, disminuyen el abdomen. Así se preparan para la inmortalidad en las “selfies”.

 

Dicen que una imagen dice más que mil palabras y que a las palabras se las lleva el viento. Pero allí, entre memoria visual, bastones y conos se acomodan los pixeles de la realidad en sus formas perfectas, esas únicas e irrepetibles que dan origen a la curva adecuada y forman el perímetro para que, en fascinante suma de sinapsis, la imagen quede registrada. La conexión primaria es única pues “como te ven te tratan” y súbditos somos de la primera impresión ¿Cuál es la utilidad de estas fotografías en la red?

 

 

Las mujeres

 

 

Mencionan los estudios que el fenómeno de las autofotos es impulsado por la gente joven, principalmente por mujeres en una cantidad quíntuple respecto a los hombres… y es que el ansia de tener juventud es ansia por la novedad y por poseer el “irresistible” olor a nuevo. Olor que nos hará presuponer la inocencia y permitirá incrementar(nos) el valor del cuerpo. Juventud e inocencia presumen venir de la mano.

 

En las selfies no se busca cualquier imagen, se privilegia la ternura con la provocación. El ángulo de inclinación de la cabeza, la mueca con los labios y lengua, combinaciones de éxito al estilo Lolita de Vladimir Nabokov. La imagen de niña fijada por la iconografía como belleza ideal, condena de la mujer madura a la invisibilidad (Mernissi, 2001 citada por Varela, 2005).

 

En la “inocencia” los cuerpos encuentran su social y femenino valor. Un cuerpo casto es un cuerpo nuevo, como si de anuncio de hielo habláramos: “Jamás tocado por la mano del hombre”. Valoramos las formas y su potencial, las cuales ahora se usan para su presunción e intercambio también. Se intercambian los cuerpos para obtener poder y experiencia dentro de las culturas. Nunca la mujer ha sido tanto objeto como lo es al día de hoy (Etxebarria & Nuñez, 2002).

 

Las virginidades se pactan, se compran; hay virginidades que se venden. La selfie femenina y su potencial de deseo sexual suelen ser la puerta de acceso del tratante de personas al objetivo presa, el cual alaba la belleza de la mujer joven. Ella ha sido destacada entre el océano de imágenes similares por un desconocido. Así, ocupar un lugar en la mente del otro es la clave del éxito.

 

En las selfies deseamos los cuerpos jóvenes y se desdeña a los viejos llenos de cansancio, arrugas y mal humor o bien, se les considera cómicos como a “la abuelita de Instagram” fallecida en agosto de 2014 ¿Quién quiere leer entre arrugas cuando se puede escribir un orgasmo en el cuerpo por vez primera?

 

El mensaje es claro: Se rechaza la vejez porque la vejez es rechazo. Huele a muerte de lo social, del cuerpo como valor de uso y valor de cambio.

 

Refiere Sigmund Freud en “El Malestar de la Cultura” las tres fuentes del humano sufrimiento: La supremacía de la Naturaleza, la caducidad de nuestro propio cuerpo y la insuficiencia de nuestros métodos para regular las relaciones humanas (Freud, 2007). Al respecto, existe quien señala que el arma utilizada contra las mujeres es el tiempo (Mernissi, 2001).

 

El terror se encuentra a la vuelta del calendario. El avance de la edad conlleva el miedo a la pérdida de la belleza y resta las horas y minutos para tonificar, ejercitar y adelgazar. Así, los infomerciales de los aparatos de ejercicios caseros- masivos y repetitivos hasta el cansancio - pueden tener éxito, pues suponen con su mágico efecto la ilusión de que con su rapidez efectiva se vence al tiempo. Inundados en una época de privilegio a la imagen nos encomendamos a la gracia de la perfección.

 

La estética como disciplina filosófica nos lanza una pregunta: ¿Qué es lo bello? Sin embargo, el cuestionamiento incide en la subjetividad: ¿Puedo ser bello? De esta forma, el cuerpo se vuelve cartografía de la búsqueda de completar la autoimagen de piezas chuecas y deformadas.

 

Los cosméticos sólo son un problema cuando las mujeres se sienten invisibles o inútiles sin ellos (Wolf, 1991).

Belleza, valor universal y a la vez de nadie. Cánones de occidente, oriente, norte y sur. En todos sentidos y a la vez sin sentido. La ciencia de la estética investiga las condiciones en las cuales las cosas se perciben como bellas, pero no ha logrado explicar la esencia y origen de la belleza (Freud, 2007).

 

Cuando la búsqueda de imagen se desborda es bienvenida la frivolidad. El mito de la belleza prescribe una conducta y no solo una apariencia. Así, la belleza toma su social función (¿Alguna vez tuvo otra?) y tener belleza se convierte en tener estatus.

 

En el ámbito de la economía, el siglo XX creó otra enorme bolsa de consumo. Nos es impuesto por la sociología popular, las revistas y la ficción con el fin de disimular el hecho de que la mujer en su papel de consumidora ha sido esencial en el desarrollo de nuestra economía industrial… Si una conducta es esencial por razones económicas, se la transforma en una virtud social (Galbraith citando en Wolf, 1991).

 

La belleza es valor axiológico. La belleza es valor monetario. La estética no sabe responder con certeza qué es la belleza y nos deja sólo la siguiente certeza:

 

Si se es bello entonces se es bueno, si se es bueno se es admirado, si se es admirado se es aceptado; la belleza es aceptación. Si la belleza nos recubre, desaparece entonces la fealdad interna. La belleza funge como máscara, como máscara y defensa, es herramienta de cuerpo y mente. La belleza puede ser el velo de lo insoportable de sí mismo.

 

“Recuerda que tu cuerpo y tú son lo mismo”. El cuerpo es la herramienta de trabajo, de industria capitalista o industria del sexo, como sea, cuanto más produzca tu cuerpo, más productivo eres tú ¿Cuántos “likes” en una “selfie” son necesarios para el éxito en un mundo virtual? “Mantente sano, come frutas y verduras, toma dos litros de agua al día y fumar es causa de cáncer”. Siguiendo esto poco se sospechará que con el exceso también se juega el consumo de uno mismo por uno mismo.

 

Bien dice la canción “¡Sombra aquí, sombra allá! ¡Maquíllate! ¡Maquíllate! Un espejo de cristal y mírate y mírate”. Pero no hay que mirarnos que no nos hemos puesto el maquillaje.

 

El cuerpo y otras cosas que no se aman, relatos del agua Bonafont que por la tubería el dolor se lleva. Expulsión desde las entrañas de la vida que no nutre, de las calorías que sólo se multiplican, grasas que aterrorizan, boca que se cierra, alimento que no se mastica, trastorno alimenticio que aprovecha, yace y se anida.

 

Idea incómoda que hará desbordar la báscula; falta de equilibrio pues eso significado como felicidad y perfección sigue afuera y la angustia dentro. Es eso lo que pesa, pesa el miedo del cuerpo, y el pesar es por cuántos kilos se ha de pesar.

Vorágine delirante la alteración del pensamiento. El peso ideal es la vida ideal. Pero en el mundo de apariencias tras bambalinas yace la terrible oscuridad. ¿Cómo romper la imagen del espejo si la imagen se ha considerado como lo único que sustenta?

 

Perversa relación entre belleza, autoestima y codicia capitalista en lo que se refiere a las mujeres.

 

Fácil no es aceptar que uno puede convertirse en aquello que tanto detesta. Convertirnos en personas feas, en personas obesas, en personas viejas, en personas amargadas, en personas extremas.

 

Dicen que el tiempo cura todo y que el tiempo no perdona ¿Por qué ha de perdonarnos la vejez y pérdida de belleza? La inyección de botox no es en sí misma una inyección de vida; Paraliza los músculos pero no las manecillas.

 

 

Cuerpos que no comen

 

 

Bocas que se cosen con hilo, hilo de voluntad, belleza y estereotipo. Obtener las formas perfectas es obsesiva compulsión. Aguja del temor de ser visto en el estado actual, así… tan despreciable ante los propios ojos. Nudo de la garganta que quiere gritar. Ojal que es vacío interno. Se debe zurcir lo que cuelga, cortar con tijeras las orejas para no escuchar quien comenta el malestar evidente. Dobladillos de identidad, sanidad por fuera y sufrimiento por dentro. Costuras de comportamiento social, Si has de comer hazlo cuando los demás te vean, así no pensarán que no comes. Vestidos de tallas menores, tallas que no aprieten, que no desborden que vivir así no se quiere.

 

Platillos para dos. Caldos de pollo para el alma bajos en calorías.

 

En el trastorno el mundo se come a mordidas de La Nada pero la nada es inalcanzable. El cuerpo por naturaleza no sólo caduca, también es voraz. Insaciable, nunca obtiene satisfacción. Hay que alimentarlo en contra de la propia voluntad.

 

Las madres alimentan y al hacerlo dan amor. Las cazuelas son una extensión de su feminidad domesticada. Pero la niña no quiere comer, y puede que lo ingiera todo para ganar el afecto y la aprobación, o podrá comerlo a medias, o quizá tampoco abra la boca, porque lo que desea no lo puede dar la madre, porque el deseo es algo externo a la demanda, como algo más importante que la necesidad alimenticia, se sostienen así el deseo de Otra cosa.

 

El malestar excede en la cultura, el malestar se instala sobre el cuerpo. Cuerpos como cartografías del hambre, cartografías del querer ser, del querer pertenecer. Princesas Ana de la insatisfacción, reinos de castillos en el aire que caerán muertos de bajo peso. Analogías que nos dejan la fantasía y en la fantasía la irracionalidad. Princesas Ana de dragones internos, trampas de espejos. Hadas que podrán conceder todo, la belleza, las gracias y las artes, pero que son conscientes de que nunca, aunque la petición sea explicita, nunca satisfarán el deseo. Es la maldición de las brujas, de la fealdad, de la obesidad. Es la envidia que las Princesas Ana perciben. Es su fortaleza de la voluntad el no comer, es la fragilidad del otro sucumbir al hambre. En cuanto mayor gobierno de sí tenga, más Princesa, más perfecta y más inocua.

 

 

 

Bibliografía

 

Etxebarria, L., & Nuñez, P. S. (2002). En brazos de la mujer fetiche,. Barcelona: Destino.

Freud, S. (2007). El malestar en la cultura. México: Colofón S.A. .

Mernissi, F. (2001). El harén en occidente. Madrid: Espasa.

Wolf, N. (1991). El mito de la belleza. Barcelona: EMECE.

 

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