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Lucha mundialista.

No puedo evitar pasar por alto el tema que desde el pasado jueves, se ha convertido en el más sonado en todos lados, me refiero sin duda al mundial, pues tanto redes sociales como los mas media se encuentran inundados de lo que algunos lllaman "la fiebre mundialista".

 

Y es que a diferencia de otros años, según puedo recordar, en esta ocasión el debate ha sido más acalorado entre seguidores y opositores de tan lucrativo evento, sin dejar de lado, toda la serie de noticias, especulaciones y demás comentarios que giran en torno al país anfitrión.

 

Lo que más llama mi atención es la guerra que se ha desatado en las conversaciones, en dónde el tema principal se ha centrado en las implicaciones de seguir o no dicho evento, lo que me lleva a cuestionarme ¿Qué hay en juego en dicho debate?

 

Por un lado se encuentran aquellos que defienden a capa y espada al evento principal del que es el deporte más famoso – y porque no decir, más importante – a nivel mundial, mientras que como contrapunto se encuentran aquellos que sostienen un discurso reaccionario ante el mismo, sosteniendo que los seguidores del evento son sólo aquellos susceptibles de ser manipulados, haciendo evidente que sin importar las posturas, el futbol genera palabra.

 

Sin embargo ambos discursos apuntan a una demanda, una demanda de goce, en donde la mirada sobre el cuerpo del Otro – los jugadores – queda al manifiesto, pero no limitándose únicamente a este aspecto, en donde la sexualidad aparece soslayada bajo el influjo de un semblante que nos incita a gozar de este gran evento.

 

El otro aspecto en juego que desata la controversia en nuestro país, tiene que ver con hacia dónde se debe dirigir la mirada cómo fuente de goce, a los futbolistas, o hacia el congreso en dónde durante el tiempo que dura el mundial se discuten las leyes secundarias a la reforma energética.

 

De esta manera la discusión se centra en dos formas de goce a través de ciertos discursos, confrontando lo que algunos tachan de idiotez, frente a la preocupación por un futuro del que responsabilizan al amo sin considerar la responsabilidad de cada sujeto en dicha confrontación.

 

Lacan en el seminario de la psicosis sostiene que:

 

La constitución del mundo humano en cuanto tal se produce en una rivalidad esencial, en una lucha a muerte primera y esencial. Con la salvedad de que asistimos al final a la reaparición de las apuestas.

 

El amo le quitó al esclavo su goce, se apodero del objeto del deseo en tanto que objeto del deseo del esclavo, pero perdió en la misma jugada su humanidad. Para nada estaba en juego el objeto del goce, sino la rivalidad en cuanto tal. ¿A quién debe su humanidad? Tan sólo al reconocimiento del esclavo. Pero como él no reconoce al esclavo, este reconocimiento no tiene literalmente valor alguno. Como suele ocurrir habitualmente en la evolución concreta de las cosas, quien triunfó y conquisto el goce se vuelve completamente idiota, incapaz de hacer otra cosa más que gozar, mientras que aquel a quien se privó de todo conserva su humanidad.1

 

Así pues, la discusión que gira en torno al tema mundialista pareciera que se trata de una discusión en rededor del un goce, por un lado el goce del idiota, es decir el de aquellos que apuestan por asumir la invitación a gozar del evento, goce que incluye tanto la satisfacción de ver a su equipo ganar, como el malestar que provoca la derrota; frente a aquellos que gozan de la privación,  es decir los reaccionarios que se viven estafados por el amo, los asambleístas que carecen de reconocimiento, y que al legislar en torno a la administración de los hidrocarburos y demás recursos energéticos,  hacen que aquellos que se viven en la privación conserven su humanidad, gozando de ella a través de la queja y de la confrontación directa con aquellos que son capaces de gozar de una forma diferente a la suya.

 

De ahí que la discusión hoy tome una relevancia singular, llegando a ese estatuto de lucha, en donde la apuesta gira en torno, hacia donde dirigir la mirada y el cuerpo, como fuente de goce, puesta en juego a través de una demanda, en donde lo insoportable no es el tema mundialista o la discusión de las leyes secundarias, sino la forma de gozar del otro.

 

Psicoanalista Ignacio Cruz.

 

1 Jaques Lacan. El seminario. Vol. 3 “La psicosis”

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